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Bajar impuestos: ¿por qué se debería hacer? (pero nadie lo hace)

  • Foto del escritor: Rafael Pabón
    Rafael Pabón
  • 23 may 2021
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: 23 jun 2021

No es lo mismo para un pesista olímpico hacer 100kg de press de banca que para un tipo que lleva dos años sin pisar un gimnasio. Si lo intenta, el tipo que lleva dos años sin ir al gimnasio terminará con una hernia discal, aplastado bajo el peso de la barra de hierro; mientras tanto, el pesista olímpico levantará los 100kg como calentamiento y pasará a cosas más serias luego. Aunque parezca una analogía extraña, lo cierto es que lo mismo pasa con los países y los impuestos.


Los impuestos son como pesas que los países intentan levantar, es lo que se llama presión fiscal. La presión fiscal es, simplemente, el porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB) de un país que va a parar a las arcas del Estado. A mayor porcentaje del producto interno bruto recaudado, mayor 'peso'. Diferentes países son capaces de recaudar diferentes porcentajes de su PIB, los países europeos, por ejemplo, suelen recaudar porcentajes significativos de lo que producen anualmente para alimentar a sus gobiernos, esto mantiene vivo al famoso estado de bienestar del que goza la mayor parte de Europa occidental.


En Latinoamérica, sin embargo, la realidad es diferente a la de los países europeos. Los gobiernos latinoamericanos suelen recaudar porcentajes mucho más pequeños del PIB de lo que lo hacen sus contrapartes europeas o, en general, de lo que lo hacen los países desarrollados. Por ejemplo, en 2020 la presión fiscal en Colombia fue de un 22%, en Ecuador un 20.9%, Perú un 16.9%, México un 16.1%, y así. Hay excepciones muy particulares, como Argentina, que recaudó un 28.9% (no es de extrañar que esta economía esté bastante 'herniada'). No obstante, en general, la recaudación en los países en vías de desarrollo no suele pasar del 20%. (Con base a indicadores de heritage.org)


Correlación no significa causalidad. Esta es una máxima de la investigación científica que, sin embargo, muchos economistas y políticos parecen olvidar cuando se refieren a este tema. La razón es que muchas veces, quizá por ignorancia, quizá por conveniencia o malicia, este grupo de personas parecen sugerir que una alta presión fiscal, es decir, recaudar un porcentaje significativo del PIB para el Gobierno, es un factor sine qua non para el desarrollo de un país. Mejor dicho, que entre más dinero se quede el Gobierno de lo que la gente produce, mayor será el desarrollo.


Esto, desde luego, no es cierto. Para entenderlo nos sirve el ejemplo de las pesas, si un país quiere lograr levantar un peso más grande (aumentar la presión fiscal), primero tiene que ejercitarse, como lo haría un pesista olímpico. Este ejercicio implica muchísimas rutinas diferentes, quizá eliminar las barreras de entrada al emprendimiento, garantizar la propiedad privada, permitir que las personas ahorren, que las empresas inviertan en innovación y desarrollo, que la deuda pública sea baja, cada una de estas posibles 'rutinas' podría dar para una entrada en la página.


El punto es que el hecho de que todas las personas que veamos levantar 100kg sean fuertes no significa que levantar 100kg te hace fuerte, las personas que intentan levantar esos pesos ya llegan fuertes. De igual forma, los Estados que levantan presiones fiscales de más de 30% ya 'llegan fuertes' al intentar recaudar esas cargas fiscales. La diferencia entre lo que le cuesta a un país u otro 'levantar' su presión fiscal es lo que denominamos esfuerzo fiscal. Así pues, mientras para Alemania levantar su presión fiscal de 38.2% puede ser un paseo en el parque, para la mayoría de los países latinoamericanos sería una labor imposible, que los sumiría en el caos social interno y podría convertirlos en Estados fallidos (tremenda lesión).


Como ya dijimos antes, la presión fiscal es muy sencilla de calcular, se divide la recaudación en impuestos del Gobierno de un país durante un año y se le divide por el PIB también de ese año. Calcular el esfuerzo fiscal puede ser un poco más complicado, porque estamos hablando de una medida que nos permita hacernos una idea de lo que le va a 'doler' al ciudadano de un país pagar lo que su Gobierno le pida que pague.


No obstante, una de las formas más sencillas de hacerlo es utilizando la fórmula de Richard Bird, propuesta en el artículo A Note on Tax Sacrifice Comparisons. No vamos a adentrarnos mucho en el trabajo del economista, profesor de la Universidad de Toronto, sin embargo, la fórmula que propone en su trabajo es la siguiente:

Sencilla y apta para todos los niveles de conocimiento. Desde luego, se podrían usar otras medidas más complejas y esta no está exenta de problemas. Sin embargo, usar esto para medir el esfuerzo fiscal es mil veces mejor (quizá diez mil veces mejor) que simplemente comparar presiones fiscales entre países para decidir a cuál número aspirar. "Oh, el Gobierno francés se queda el 46% del PIB, y ya ves tú lo bien que viven esos franceses. Hay que subir impuestos ¿no quieres que nos parezcamos a Francia?".


La cuestión con el índice que arroja esta operación, es que se trata de un número compuesto que no nos dice nada por si mismo, si no que cobra sentido en relación con otros. Es decir, el índice de esfuerzo fiscal sirve para ver cómo está uno con respecto a los demás, uno debería aspirar a tener números similares a los países que vale más la pena emular. (¿Por qué no bajamos impuestos para tener un esfuerzo fiscal siquiera similar al de esos franceses que viven tan bien?).


A continuación presentamos una tabla de elaboración propia comparando los esfuerzos fiscales de varios países hispanoparlante y algunos países desarrollados.

La tabla está basada en los índices de esfuerzo fiscal de 75 países, entre los que Argelia tiene el esfuerzo más alto. Para hacer más fácil la lectura, he convertido el esfuerzo de Argelia a 100, y he sacado el resto usando una regla de tres simple.

Queda claro que la mayoría de los países latinoamericanos enfrentan esfuerzos fiscales brutales y exagerados. Lo de Nicaragua no tiene nombre, y los demás tampoco están nada bien. Básicamente, en esta región los gobiernos se dan el lujo de pedirle a sus ciudadanos que se esfuercen el triple de lo que lo hace, por ejemplo, un alemán.


Quizá te puedas estar preguntando si esto valdrá para algo, si, quizá, después de tanto esfuerzo, algo le quede a los países que trabajan el triple de lo que lo hace un alemán para pagar sus impuestos al Estado. La triste realidad es que no queda nada, por el contrario, se crea un círculo vicioso que mantiene a estos países en la pobreza.


En primer lugar, a mayor esfuerzo fiscal, menores incentivos para entrar a la formalidad. Por eso no es coincidencia que la mayoría de los países con esfuerzos fiscales muy altos tengan un sector informal altísimo. El resultado es, paradójicamente, el contrario al que un Gobierno que sube impuestos esperaba, puesto que su recaudación se verá disminuida al salir más y más personas de la formalidad. Todo lo que sucede en el mercado negro de la informalidad no está sujeto a tributación.


¿Por qué nadie lo hace?


Probablemente te preguntes, ¿entonces por qué toman estas decisiones los gobernantes si es tan claro que es una estrategia errada?... la respuesta es la misma de siempre, por la política, la hermana problemática de la economía. Los políticos cobran impuestos para redistribuirlos entre la población a través de servicios, subsidios, bienes públicos y demás. Entre más populista y clientelar un Gobierno, mayor será su dependencia de la distribución de estos recursos para mantenerse en el poder y ganar elecciones. Por esto existen muy pocos incentivos para bajar impuestos, porque habrá menos recursos para redistribuirlos.


Lo que muchas sociedades democráticas no entienden es que para ser libres del garrote del Gobierno también tienen que renunciar a la zanahoria.


Quizá estés pensando que es mejor no renunciar a la zanahoria, que peor sería un mundo sin subsidios del Gobierno. Te invito a que lo pienses de nuevo, imagina un mundo en el que cada mes pagaras en impuestos menos de la mitad de lo que pagas ahora, para ser más exactos, un tercio (que es lo que la mayoría de gobiernos latinoamericanos deberían reducir la presión fiscal), ¿cuánto dinero no te sobraría a fin de mes?. En un mundo en el que las personas pagaran un 33% de lo que pagan en impuestos ahora mismo, los subsidios del Estado no serían necesarios, se podría usar ese dinero sobrante para las necesidades que ahora cubre (probablemente mal) la maquinaria estatal.


Puede que queden muchas preguntas más por responder, que sobrepasan la extensión -ya de por sí larga- de este artículo, sin embargo, me parece interesante abordar una más. ¿Entonces, cómo hacen los europeos?, ¿cómo es que estos países pueden sobrevivir tan bien con presiones fiscales tan altas? La respuesta es muy simple: estos países hicieron ejercicio primero antes de ponerse a levantar pesos pesados, por volver a la analogía de los pesistas que usábamos al comienzo.


En Europa se dieron cientos de años de luchas de clase y guerras que en algunos países tuvieron mucho éxito y crearon instituciones políticas y económicas inclusivas, en las que a la población se le garantizaba el derecho a la propiedad privada, se protegían las ideas y, poco a poco, se repartía el poder político de forma equitativa. El Estado de bienestar fue naciendo de esos compromisos sociales, los impuestos se fueron aumentando durante la segunda mitad del siglo XX después de muchos años para el perfeccionamiento del sistema y la creación de mercados complejos y prósperos. Mientras un país no pase por estos procesos, se seguirá herniando cada vez que intente levantar pesos pesados.


Algunos gráficos


Ahora un vistazo al gráfico de esfuerzo fiscal contra presión fiscal. Entre más arriba se encuentre un país, significa que más está 'cargando' por encima de su capacidad. (Los nombres están en inglés. He puesto los nombres de algunos países abreviados para que sea más fácil ver las etiquetas)

Como la mayoría de los países Latinoamericanos se ubican en la franja entre 15% a 30% hacemos un zoom a esta zona, en la que se encuentran: Panamá, México, Perú, Ecuador, Chile, Colombia, Bolivia y Argentina. El país con el peor esfuerzo fiscal (por mucho) es Bolivia, seguida en un segundo lugar por Colombia.









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