Demonizar al centro: el ‘palo en la rueda’ de la izquierda en Colombia (II)
- Rafael Pabón
- 11 may 2021
- 6 Min. de lectura
En la entrada anterior discutimos el concepto de 'tibio' en el contexto de la política colombiana, sus más recientes orígenes y los intereses que existen en ambos lados del espectro ideológico por mantener el repudio hacia esta postura política. En esta entrada discutiremos uno de los puntos fundamentales en el discurso de repudio al centro de la izquierda en Colombia: la supuesta traición de Fajardo en las elecciones de 2018, así como las implicaciones políticas de la repartición de poderes que se observó en aquella contienda.
¿Realmente hubo una traición de los ‘tibios’?
Haciendo un ejercicio matemático –imperfecto eso sí- podemos llegar a estimar que alrededor de un 67% de las personas que votaron por Fajardo en primera vuelta lo hicieron por Petro en segunda vuelta, y un 33% votaron por Duque. En la Tabla 1 se muestran los votos de todos los candidatos que participaron en primera vuelta en las elecciones presidenciales de 2018. Se excluyen votos nulos o no marcados.

Tabla 1. Se muestra el total de votos obtenidos por cada candidato en las elecciones presidenciales de 2018 durante la primera vuelta. Se excluyen los votos nulos y no marcados.
Para poder calcular el porcentaje de votantes de Fajardo que votaron por Petro y por Duque se deben hacer algunos supuestos. El primero de ellos es que todas las personas que votaron por Petro y por Duque en primera vuelta volvieron a votar por ellos en segunda, es decir, ningún votante de estos dos candidatos se ausentó en las urnas en segunda vuelta y ninguno cambió su voto por el otro candidato o por el voto en blanco.
En segunda vuelta votaron 107272 personas menos en las elecciones, además, el voto en blanco aumentó, en total 439235 personas se sumaron a las filas del voto en blanco. Es necesario restar estos votos de los que obtuvieron todos los candidatos en primera vuelta. Sin embargo, Petro y Duque no participan de esta resta, por el primer supuesto que expliqué anteriormente.
Para realizar esta resta necesito otro supuesto. Podría simplemente quitar estos votos de manera pareja entre cada candidato, pero, dada la retórica ‘anti-tibia’, he decidido asumir que el 70% de todos los absentistas y personas que se pasaron al voto en blanco en segunda vuelta fueron fajardistas. Esto reitero, es por seguir la corriente a quienes acusan a los moderados de no tener preferencias definidas. El 30% de votos absentistas y en blanco sobrantes los resto uniformemente entre los demás candidatos. Al hacer el procedimiento, Viviane Morales se queda sin votos y quedan algunos sin explicar, así que he decidido quitárselos también a Fajardo. Así pues, en la tabla 2 aparece el total de votos que cada candidato tiene para ‘transferir’ a Duque o a Petro en segunda vuelta, una vez restados los votos en blanco nuevos y los votos de absentistas.

Tabla 2. Se muestra el total de votos por 'transferir' que le queda a cada candidato después de la primera vuelta. A la cantidad original se le restan los votos que se fueron del sistema (nuevos absentistas) y los votos de las personas que pasaron a votar en blanco.
Con esto fuera del camino pasamos a la tabla final, en la que determinamos cuántos votos de Fajardo fueron a parar al petrismo y cuántos al uribismo. Para esto ha sido necesario hacer otro supuesto relacionado con los votos de Germán Vargas Lleras, Humberto De la Calle y Jorge Trujillo. Para simplificar, he decidido asumir que todos los votantes de De la Calle votaron por Petro, y que todos los de Vargas Lleras y Trujillo votaron por Duque.
Este es, probablemente, el supuesto más complicado de aceptar, sin embargo, estoy seguro de que no está muy alejado de la realidad. Creo que un análisis mínimo de las posturas de cada candidato demostraría que es muy probable que este supuesto no sea exagerado. De hecho, básicamente, este supuesto se basa en el modelo del espectro ideológico de los candidatos elaborado en la figura 1.

Tabla 3. Cálculo de votos transferidos de Fajardo a los demás candidatos. Dos tercios de los votos del candidato paisa fueron a parar a las lides de Petro.
En la Tabla 3 se muestran los resultados finales de este análisis. Una vez asignados los votos de De la Calle, Vargas Lleras y Trujillo, el resto de votos sin asignar debe, si aceptamos todos los supuestos expuestos a lo largo de esta explicación, corresponder a los votos de Fajardo, que son los únicos que todavía no han sido asignados. Si hacemos una simple división entre estos votantes aún no explicados y el total de votos que determinamos que Fajardo tenía para transferir, obtenemos el porcentaje de votantes que el centro le dio tanto a Duque como a Petro.
Más de 2/3 de los votantes de Fajardo habrían votado por Petro en segunda vuelta, ¿puede considerarse esto, entonces, una traición?, la respuesta queda a la interpretación del lector. En todo caso, lo cierto es que sería una tergiversación de la realidad afirmar que los ‘tibios’ son derecha disfrazada, puesto que una cantidad significativa de sus filas no solo se inclina hacia la izquierda, sino que votaron activamente en contra del uribismo en 2018.
Implicaciones para el futuro electoral del país
La primera implicación que podemos desprender del análisis es que, en primera vuelta, el candidato paisa le quitó a la derecha un 33% de todos sus posibles votantes, una cantidad que en términos estadísticos y políticos es sorprendente. No por nada varios analistas políticos, entre los que me incluyo, han señalado que el verdadero enemigo a vencer de la derecha en las próximas elecciones es el centro, no la izquierda. Si el candidato del uribismo logra llegar a segunda vuelta, todo ese 33% de votantes volvería a sus filas, con lo que esperarían alcanzar una nueva victoria electoral.
En segundo lugar, es fácil entender por qué en varias ocasiones Petro ha actuado en oposición al centro (tal como lo hace la derecha), si la centro-izquierda desapareciera mañana, ese 67% de votantes que recibió en segunda vuelta los hubiera obtenido desde la primera vuelta. Aunque sea una obviedad, sin embargo, vale la pena resaltar que todos esos electores no son suficientes para darle la victoria a Petro (por algo no ganó). Si las cosas siguieran estando en 2022 como estaban en 2018, Petro volvería a perder.
La clave para que el candidato de izquierda pueda hacerse con la presidencia en 2022 es cambiar de bando a ese 33% de fajardistas que votaron por Uribe en segunda vuelta y que, muy probablemente, toda su vida han votado por la derecha. Para ser más exactos, Petro habría necesitado tener el 91% de todos los votos de Fajardo para ganar en segunda vuelta, lo que quiere decir que tendría que convertir a la izquierda a un 73.8% de las personas de centro-derecha del país.
Valga decir que en ciencia política una realidad ampliamente aceptada desde hace tiempo es que cambiar las preferencias políticas de las personas es muy difícil. Estos cambios suelen darse muy lentamente, de forma gradual, y las elecciones se definen más que nada por la pequeña masa de votantes fluctuantes que no se encuentran ‘casados’ con ningún partido. Esperar cambiar las preferencias del 73% de las personas de centro-derecha del país es ser bastante optimista, cuando menos.
Desde luego, las cosas han cambiado desde 2018, el país, más allá de encontrarse en una profunda crisis económica y social, se ha polarizado todavía más. Sin embargo, el análisis aquí presentado se sostiene, de nada le sirve a Petro radicalizar más a los votantes de centro-izquierda para adherirlos a su causa. Aunque todas las personas de centro-izquierda del país se volvieran de izquierda en las elecciones de 2022, Petro no ganaría, solo se aseguraría pasar a segunda vuelta con un margen muy cómodo. Sigue siendo un hecho ineludible que necesita ganar votantes de centro-derecha.
Por si este problema no fuera poco, además, hay que señalar que el fenómeno de polarización funciona hacia los dos lados. Es probable que algunos votantes de centro-izquierda se muevan hacia la derecha a raíz del clima político del país, ante este panorama, la lucha de Petro se hace todavía más cuesta arriba. Básicamente, la esperanza de la izquierda para ganar las elecciones no es tanto ganar votantes, sino apostarle a un completo movimiento en el eje ideológico de Colombia hacia la izquierda.
Para Fajardo –o el candidato que la Coalición de la Esperanza decida presentar-, el panorama es mucho menos complicado para ganar una elección presidencial. Asumiendo que los votantes de la Colombia Humana sean racionales (o sea que actúen para maximizar su utilidad), uno esperaría que absolutamente todos votaran por el centro en segunda vuelta (sería inaudito que un votante de izquierda prefiriera votar por el uribismo por repudiar la ‘tibieza’). Si este supuesto se cumple, Fajardo solo necesitaría haber logrado conservar para las elecciones de 2022 al 27.3% de sus votantes de centro-derecha, es decir, se puede dar el lujo de perder a más de la mitad de los votantes que le había quitado a la derecha y, aun así, ganaría.
Todos los sectores antiuribistas del país necesitan plantearse seriamente si, para las próximas elecciones, el objetivo es derrotar al uribismo o seguir fortaleciéndose de cara a elecciones presidenciales más lejanas (quizá para 2030 el relevo generacional en Colombia ya se haya concretado y el cambio ideológico sea un hecho consumado). Si la prioridad es lograr lo primero, entonces toca plantearse de manera fría, calculadora y objetiva, cuál es la mejor forma de lograrlo. En todo caso, si algo es cierto es que la izquierda y la centro-izquierda se necesitan, la renuencia de los primeros a aceptar esta realidad inescapable es, para sus propios objetivos, un palo en la rueda.
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